martes, 11 de septiembre de 2007

UNA INFANCIA FELIZ

Una infancia feliz
Recuerdos de una infancia feliz
Patricio nació un catorce de agosto, yo un veintiséis de marzo. Ambos tenemos dos años de diferencia. Soy la menor.
Para nosotros la infancia, hasta que cumplí los cinco años, fue feliz. Jugábamos y no sabíamos hacer otra cosa que divertirnos.
Nuestros padres Eduardo y Susana siempre estaban muy preocupados de nosotros. En ocasiones desarmábamos los principios más rígidos de ellos pues, con nuestras sonrisas, cariños y ternura los doblegábamos o hacíamos olvidar un castigo impuesto cinco minutos antes. Siempre nos decían que nuestros rostros eran una foto de nuestra felicidad.
Jugábamos con papá cuando llegaba del trabajo. Él llegaba normalmente más temprano y una hora más tarde llegaba la mamá. Mi papá, al llegar a la puerta de calle de la casa, se sacaba la corbata y con ella nos atrapaba. Siempre nos levantaba por sobre su cabeza haciéndonos girar por los aires, provocando en nosotros gritos y risas que le hacían olvidar una larga y pesada jornada de trabajo. Cuando llegaba mi papá, ya no era necesaria la presencia de la tía Rebeca porque él asumía el rol de "dueña de casa". No tomaba once y nosotros no comíamos esperando que llegara la mamá. Durante la espera jugábamos en el patio trasero lanzando una pelota a un improvisado aro o bien mi papá jugaba a las muñecas conmigo, mientras Patricio se peleaba un espacio para que el papá le escuchara y admirara las "obras de arte" que había conseguido hacer en su colegio. En ocasiones se producían pequeñas discusiones entre nosotros por ocupar un lugar preferencial en la atención del papá.

Los tres, con ansiedad esperábamos a "la mamá" e íbamos a pararnos en la esquina para salir a su encuentro.
Cenábamos juntos y compartíamos las experiencias escolares. Yo, contaba las cosas que me habían pasado en el prekinder y Patricio de lo que le había sucedido en el colegio con sus compañeros o con sus profesores. Después los cuatro jugábamos en la cama matrimonial de mis papás, hasta que yo rompía en llanto a causa de un golpe brusco de mi hermano y simplemente porque el cansancio y sueño me ponía odiosa e inquieta. Era la hora de ir al baño, lavarse los dientes y acostarse.
Allí estábamos los cuatro. Papá ponía el pijama a Patricio y mamá me lo ponía a mí.
Siempre fue así. Todos los días del año.
Recibíamos el beso de buenas noches y prontamente nos dormíamos.
Siempre fue así. Todos los días del año.
¿Por qué dices que siempre fue así?
Sandra, ¡Tienes ocho años! ¿Acaso ya no son grandes para que se vistan y se pongan el pijama solos?
¡Dime! ¡No llores! ¡A ver! – dijo aproximándose un poco más la profesora - ¿tus papás no te quieren ahora?
¡No! Ellos me quieren mucho. Mi papá me regaló para mi cumpleaños una muñeca Barbie muy bonita – recuerda que contestó a la profesora.
Entonces ¿por qué tienes tanta pena? – volvió a insistir en tono maternal su profesora.



La realidad hogareña.
Sandra se quedó mirando el patio del colegio. Había sol pero sus lágrimas empañaban su cristalina mirada y no podía ver con claridad la cancha y las líneas amarillas que la demarcaban. El tablero de básquetbol lo veía en forma difusa.
¿Por qué llora mi niña? – volvió a preguntar su profesora acariciando sus cabellos.-
¡Por nada tía! ¡Tenía ganas de llorar! ¡Ahora estoy bien! – respondió poniendo ambas manos entre sus rodillas y encogiéndose de hombros.-
Angélica llevaba varios años de docencia en esa escuela. Sabía cuando sus niños no estaban bien Eran quince años de experiencia.. Quince años de luchar y luchar para que los niños adquirieran hábitos que en casa no les enseñaban: el respeto, la higiene, la puntualidad, el hábito de estudio. Quince años de profesora y mamá de muchos niños..
Angélica sabía que detrás de ese llanto y pena infantil, había algo grave. Sabía que bajo ese delantal y sonrisa tímida había una pena, había algo que la aislaba del resto de sus compañeros, algo que estaba apagando y marginando una vida llena de energía.
Nunca había tenido anotaciones negativas. Eran cuatro:
Alumna que no trae materiales
Alumna que pelea con sus compañeros
Alumna que dice groserías a una compañera
Alumna que responde en forma inadecuada a la profesora.
Cuatro anotaciones que estaban indicando que algo no andaba bien en la casa de Sandra.
Los desahogos con una amiga
¿Te acordai’ la cara de tu mamá y lo que dijo cuando le mostraste la comunicación? – preguntó Teresa.
¡Uf! ¿Cómo no recordarlo? – respondió suspirando Sandra.-
¡Qué hiciste ahora chiquilla de moledera! – me gritó mi mamá desde su dormitorio.-
¡Escucha! ¡Tu hermano me ha hecho ir en tres oportunidades al colegio! ¿Ahora empiezas tú? ¡Tengo que hacer de papá y de mamá! – me dijo retándome en el pasillo.-
¡Se fue en la volá’ tu vieja! – le dijo su amiga Teresa mientras aspiraba el resto del "pito" entre sus dedos cuyas yemas tenían un leve color amarillento por la nicotina - ¡se fue en la volá’ ¡ – volvió a repetir.
¡Me sacó la cresta, huevona!
¡Las recresta! – puntualizó Sandra haciendo un gesto muy expresivo con sus manos.
¡Gueno! ¡No me "envolís" la perdiz! – continuó Teresa.-
¿Qué le vai’ a decir a tu viejo? ¿Lo "ai’ visto últimamente?
¡No! Hace dos semanas que no va para la casa – respondió con aire de tristeza Sandra
¿Dónde vive "loquita"? – preguntó Teresa con cara de intriga.-
¡No sé! ¡Se cambió hace poco! ¡Está viviendo con una rucia hace como tres semanas!
Y ¿Qué tal es? – preguntó Teresa mientras se arreglaba el zapato izquierdo.-
¡No sé! ¡Yo "cacho" que debe ser buena y hacerlo feliz! Trabaja en una financiera y parece que es soltera. Eso es lo que me ha contado mi hermano.
¿Tiene hijos? Porque tu papá ahora no es tan joven ¿Cuántos años tiene? – preguntó con aire de asistente social su amiga.-
¡Tiene cincuenta!
¡Ahora que me acuerdo mi hermano dijo que era soltera!
Pero ¿Es vieja? – volvió a preguntar Teresa.-
¡No, es joven! Debe tener como treinta y cinco años – respondió Sandra.-.
¡Ni tanto! Pero igual, es joven pa’ tu viejo.- agregó Teresa. A lo mejor se llevan bien, total ¿Cuántos matrimonios son los que duran más de quince años? Mis viejos duraron como catorce y chao. Además en el amor, la edad no importa mucho.
¡Ya! - continuó Teresa retomando el tema – pero, me imagino que le vai’ a contar a tu viejo que estai’ embarazá’ o ¿tu vieja se lo va a contar?
¡No sé! – Respondió con la mirada perdida Sandra.
¡Cacho que los inspectores van a llamar a mi papá porque he faltado a varias clases y ellos saben que he tenido que ir a controles al hospital!
¡Oye! Y, ¿qué tienen que meterse esos viejos en tu vida? Poniéndose de pie Teresa le dijo: ¡No tienen nada que meterse en tus líos amorosos! Ellos tienen que ver que los cabros del Liceo lleguen a la hora, entren a clase y no hagan desorden. ¡Eso no mas! ¡No les aguantís’ que se metan en tu vida! ¡No le aguantí’ loquita! ¿me entendí’?
¡Ya! Me voy porque tengo que juntarme con el Luis que llega de Santiago mas o menos cargadito – dijo Teresa - al mismo tiempo que dejaba escapar una risa de regocijo porque le había prometido unos pitos de "la buena".-
¡Chao Sandroca! ¡No tomí’ tanto caldo de cabeza! ¡Total el Carlos apechuga! ¿No? ¡Me imagino que no te va a jugar chueco ni se va a "correr"!
¡No! – respondió un poco compungida Sandra – es bien derecho el Carlos. Se puso a trabajar en el taller de su tío porque está juntando platita para cuando nazca la guagua.
¡Ah! ¡Que guena onda! ¡Bacán! – dijo Teresa mientras se inclinaba para dar un beso en la mejilla a Sandra a modo de despedida.
¡Chao! ¡Nos vemos mañana en la plaza como a las nueve!









La cruda realidad.
Sandra bajó también del cerro y tomó otro sendero que la llevaría a la población donde ella vivía con su mamá hace cinco meses. Patricio vivía con su papá hace dos meses porque su mamá no podía controlarlo. Se había puesto muy agresivo e incluso en varias ocasiones había fumado pitos de yerba en su dormitorio con un amigo de la antigua población donde vivían.
Entró en su dormitorio y allí se recostó en su cama. Tomó una muñeca entre sus manos, era una de las costosas muñecas barbie que aún conservaba casi intacta. Su papá se la regaló cuando cumplió ocho años y se puso a recordar esos hitos de su infancia. Ella estaba en cama pues se había torcido el tobillo y tenía una venda que le apretaba y le molestaba en demasía. Nunca la habían regaloneado tanto. Su abuela la nona María, iba casi todos los días a verla y le llevaba unos panes dulces que ella hacía con mucho cariño para ella y unos dulces y chocolates.
Allí estaba su nona María con su pelo blanco y ondulado que la miraba con una sonrisa llena de dulzura con una caja de lápices de colores – traía veinticuatro lápices grandes – más tres pequeños libros de cuentos para colorear. Su papá estaba sentado en la orilla de la cama a la altura de sus pies con su regalo que le entregó junto a un abrazo muy apretado y muchos besos.
Su mamá – recuerda – estaba en su trabajo. Cada vez llegaba más tarde a casa, eso hacía que su papá se enojara mucho porque se juntaba con amigas a conversar y llegaba casi siempre cuando todos se habían dormido.
A los ocho años la mamá no le ponía el pijama ni estaba para darle el beso de las buenas noches. Recordó la conversación que tuvo en el patio con su profesora y que no se atrevió a contarle que sus papás peleaban mucho y que se habían separado. Suspiró y, dejando la muñeca sobre la almohada se acercó a la ventana. Vio, a través del cristal, a su perro regalón que estaba moviendo la cola en la puerta de calle quizás a quién. Volvió sobre sus pasos y se estiró sobre la cama. Se dio vuelta porque le incomodaba su abdomen en el cual tenía una nueva criatura de tres meses. Allí se quedó mirando el cielo que acusaba las moscas aplastadas por su furia matutina con el matamoscas rosado que siempre estaba colgando tras la cabecera de su cama.
La angustiaba el futuro incierto. Tenía muchos sueños que poco a poco, a medida que su hijo iba creciendo y reclamando un espacio físico en su vientre, iban esfumándose.
En el Liceo tenía buenas notas. Su promedio de primer a tercer año de su enseñanza media era de seis coma uno. El segundo semestre de su cuarto año era un desastre. No podía concentrarse en las clases. Le costaba poner atención a las explicaciones de sus profesores.
De improviso todo desapareció. Sí, todo.
Sus sueños ya no eran sueños. Eran realidades inalcanzables. En marzo debería tener a su guagua según los cálculos de la ginecóloga del hospital que la había retado bastante por no haberse cuidado para no quedar embarazada.
La orientadora del Liceo les había hablado bastante del tema pero, es tal difícil contenerse y parar los deseos porque la pareja anda sin un condón.
¡Claro! – se decía – para los adultos todo es fácil.
¡Hay que estar dentro de los zapatos de uno para poder hablar así! ¡Ellos no saben lo que es la soledad, la falta de cariño de un papá! ¡Las embarré, me entregué demasiado! ¡Tal vez si hubiera tenido a mi papá a mi lado............!
Quedó con la vista fija en el techo y volvió a reparar en las manchas negras producto de los golpes que había dado a unas moscas que, en las mañanas le molestaban y no le dejaban dormir.
¡Mañana voy a limpiar el techo para que mi bebé cuando nazca y mire, no vea esas moscas muertas pegadas en el techo! – se dijo en voz alta.-
¡Huy! ¡mañana tengo que sacarme una ecografía! ¡Ojalá que Carlos me pueda acompañar!
El teléfono sonó y le hizo volver a la realidad.
Se paró y fue al living para contestar. Era Carlos, su pololo.
¡Gordita! Te llamaba para decirte que mi tío no me dio permiso para acompañarte mañana porque tiene que entregar tres autos y anda medio "atravesado" con su "genio".
¡Ah! – dijo aturdida y desilusionada Sandra - ¿no eres capaz de decirle a tu querido tío que yo y la guagua somos más importantes que una latas que tienen que pintar?
¡No! ¡Entiéndame mi amor! ¡Yo quiero estar con usted pero....!
¡Entiendo! – respondió Sandra - ¡Entiendo!
Con rabia y desilusión le dijo en tono irónico - ¡Me imagino que podrás estar conmigo cuando nazca nuestro hijo!
¡Por supuesto! – respondió a través del teléfono - ¡No me perderé ese momento!
¡Sí! – dijo ella – así dicen casi todos los hombres y poco a poco comienzan a "correrse" y, al final una queda sola con el crío.
¿Sabes que más? – dijo ya en tono subido Carlos – mañana conversamos con más calma. Lo que pasa es que estás muy sensible y regalona y por eso crees que ya dejé de quererte.
¡No estoy ni sensible ni regalona! ¡Lo que pasa es que estoy con una guagua dentro de mi "guata" – dijo tomándose su vientre – que es tuya también! ¡Recuerda que no la hice sola! ¡La hicimos entre los dos!
¡Ya! ¡Ya! ¡Córtala! ¡No es necesario que me lo sigas diciendo! ¡Eso lo tengo muy claro! – dijo a modo de despedida Carlos ya enojado y dolido.
Sandra lo conocía muy bien. Carlos era de un temperamento bastante violento.
No le gustaba que usara minifalda ni escotes muy abiertos. Eso siempre ha sido motivo de discusiones y peleas. Sabe que es un hombre inestable y celoso bueno para "pasarse películas y rollos"
¡Bueno! – dijo Sandra para presionarle – le diré a Jorge que me acompañe.
¡Oye! ¡No seas tonta! ¿Acaso no sé que el famoso "Jorgito" fue un pololo tuyo y que todavía anda detrás de ti?
¡Dile que estás esperando un hijo mío! – gritó Carlos por el auricular.-
¡Dile que esa guagua es mía! ¡Dile que yo la hice!
¡Apuesto que se le quitarán las ganas de andar molestándote y tirándote los "corrios"!
¿Crees que soy de la "chacra"? ¡Por la "puta"! – exclamó furibundo por los celos.-
¿Acaso crees que mi vida sigue igual? ¿No me has visto todo cochino y pintado? ¿Por quién hago todo eso? ¡Respóndeme! ¿Por quién?
¡Ya! – dijo Sandra en tono cortante - ¡Llegó mi mamá!
¡Mañana hablaremos con mas calma y claridad! ¡Lo único que quiero es saber si seguiré contando contigo o no! ¡Seré madre soltera! ¡Eso lo tengo claro!
¡Mañana espero que vengas a verme para que sepas el resultado! ¡Chao!
Fue una despedida muy fría. Distante. Vacía.
Así la encontró su mamá que llegaba después de un día bastante desastrozo.
Susana sabía que su hija estaba embarazada de Carlos. Fue una de las primeras en saberlo. Estaba frente a su hija, la de siempre pero, muy diferente. No sabía cómo hablarle. Cada vez que conversan terminan en una discusión. Ella es la culpable de todo. Ella que se separó de su papá, ella había "cagado" al papá con un compañero de trabajo. Ella, que siempre se había encerrado en su trabajo. Ella que vivía de las apariencias. Ella que siempre hablaba de sus hijos exagerando las cosas buenas que tenían. Ella, que cada vez que hablaba del papá, lo hacía un dios.
Cada vez que miraba a su hija, le dolían las palabras que le había gritado un día. Fue un domingo cuando llegó con su pareja a casa. Fue después que él se fue.
Nunca se había sentido tal mal. Nunca le habían enfrentado a la realidad.
¡Te creaste un marido en tu fantasía! – le gritó Sandra con sus catorce años.-
¡Tuvo que aparecer ese "gallo rasca" para que despertaras a la realidad! – le gritaba golpeando en forma descontrolada la mesa del comedor.-
¡Mírame bien! ¡Mírame! – gritaba sin misericordia – La que tienes aquí y te dice la verdad ¡Es tu hija real! ¡No soy la de tus fantasías! ¡Mírame bien! ¡Soy yo!
Allí estaba la hija que, a los catorce años, le había gritado la verdad. La misma verdad que le dijo el sicólogo que tuvo que ir a ver a través del Juzgado. Ahora tiene diecisiete años y mide un metro y sesenta y cinco centímetros. A pesar de tener en su cara signos de un incipiente embarazo tiene una figura muy atractiva.
¡Hija! ¡Mírate! ¡Como te ha crecido la "guatita"! – dijo a modo de romper el hielo y la tensión que observó en la cara de su hija.
¡Mamá! ¡Tan buena para pasarte rollos y cuática que eres! – respondió poniéndose de pie para demostrar que su vientre aún no daba señales de estar embarazada –
¡Fíjate bien en la mini que tengo puesta! ¡Mira! – le dijo haciendo un giro sobre sus talones - ¡Esta me la regaló mi papito el año pasado, para el verano, y todavía me queda bien.
¡De "repente" no quiero que me crezca la guata! – dijo en tono triste.-
Pero, ¡Hija! ¡Fíjate las tonteras que dices! – le recriminó con dulzura Susana, al mismo tiempo que se acercaba a ella y la tomaba por los hombros –
¡Cuando te crezca la guatita! Te verás preciosa ¡Preciosa!
¡Mamacita! Te van a decir los hombres cuando camines por la calle. ¡Prepárate porque igual te van a molestar!
¡Solo los degenerados! – dijo ella con seguridad.-
¿Cómo está tu amigo Jorge? – preguntó Sandra cambiando la conversación.-
¡Ya no está! – dijo su mamá - ¡Ya no estará más! – respondió ella con aire melancólico.-
¿Cómo? ¿Se murió? – preguntó Sandra – abriendo sus grandes y hermosos ojos café.-
¡No! ¡Terminamos hija! ¡Terminamos!
¡Mamá! Y ¿Por ese "tipo" dejaste a mi papá?
¡Hizo lo que quiso contigo! ¡Lo que quiso! ¡Espera que lo vea por la calle! ¡Maricón de mierda! – decía Sandra con vehemencia desahogándose de la conversación y frustración que había tenido con Carlos minutos antes –
¡Mamá! ¡Los hombres son una mierda! A uno la usan y la buscan para puro acostarse no más. ¡Son una mierda! ¡Eso son!
¡Hija! – exclamó asustada Susana - ¿Por qué piensas así si eres tan joven?

Un corazón abierto
¡Mira! – dijo acercándose a Sandra – quiero ser bien sincera contigo pero, no me retes ni me obligues a hacer cosas que no haré porque creo que ya es muy tarde. ¿De acuerdo?
Con Jorge estábamos mal desde hace como dos meses. En realidad son pocos los hombres que se fijan en forma seria en una mujer separada o que está mal en su matrimonio. Ellos buscan pasarlo bien, como tú dices, buscan estar con una pero sin grandes responsabilidades. Como una se siente sola busca otro hombre y allí ¡justo! aparece uno que le habla bonito, que le dice que el sexo para él no es lo primordial....que si las cosas se dan, se dan...pero en el fondo te lo dicen para envolverte y tú caes.
Te llenan de regalos y atenciones. Son delicados, sensibles. No se lanzan a la primera, se contienen bastante y poco a poco te van "engatuzando" y no te das cuenta y estás acostada con ellos en un motel o en su casa. Te invitan a comer o a bailar y como "caballeritos" te dejan "intacta" en la puerta de tu casa. Esperan. Saben esperar. Los hombres se dan cuenta cuando una mujer está falta de cariño, cuando se siente sola.
En cambio hay otros que son lanzados y patudos y que van directo al grano. Eso me pasó cuando iba con mis amigas separadas a la Disco. Nos veían solas y allí llegaban para ofrecernos unos tragos y luego querían salir con nosotras. Tú sabes dónde querían ir y llegar.
Las mujeres que van solas a una Disco van por algo. Me refiero a las mujeres de mi edad. Porque los hombres saben muy bien que ningún marido deja ir a su mujer sola a una Disco, salvo algunos casos en que ellos las dejan y las van a buscar.
¡Hija! Así como nosotras nos damos cuenta cuando un hombre está solo por la manera de vestirse o por los zapatos o como lleva su camisa de arrugada, por su manera de mirar que es "ida" y triste, porque ha bajado de peso y está más flaco o por último que no se cambia las corbatas como lo hacía antes....en fin...así ellos se dan cuenta que una está mal. Tienen una especie de radar sentimental y se acercan, son románticos, tiernos, atentos, te preguntan por tus hijos y se "ponen" en tu lugar de una manera muy inteligente.
Ellos no hablan mal de los maridos....pero de una u otra manera te dicen que también están mal en su matrimonio y por allí te buscan...¡Mira! – dicen – "a mi me pasa algo similar". Y, comienzan a lloriquear para que a una le salga el instinto maternal y comienzas a sentir lástima por ellos y luego rabia por "esa" mujer tan desgraciada que tienen por esposa y madre de sus hijos y poco a poco comienzas a tomar el lugar de ella.
Ellos se dejan acariciar y regalonear. Te hacen sentirte bien porque tus cariños los toman en forma "angelical", son muy prudentes, ¡No! ¡Son calculadores y fríos! Saben esperar, no se impacientan y cuando caes a la cama con ellos....poco a poco comienza a desaparecer el tierno, el caballero y el delicado...comienzan a exigirte y si no les complaces, te extorsionan, te presionan....se corren para que tú les busques y como estás sola e hiciste algo que nunca soñaste hacer, es decir, acostarte con otro hombre que no es tu marido...tu autoestima queda peor que cuando estabas mal con tu propio marido.
¡Hija! Algunas pierden hasta la vergüenza y se meten con uno y con otro como queriendo castigar a su marido y la única que pierde es una. ¡Una es la que pierde! Porque la sociedad te hace perdedora y te haces de una mala fama. Hablan de ti y se jactan de haberte conquistado y haber salido o haberse acostado contigo.
Susana, al ver que su hija la observaba con estupor y asombro buscó dejar en claro qué tipo de mujer era ella.
¡Hija! ¡Amor! No pienses que yo he sido de esas que han perdido la vergüenza – le dijo acariciándole el cabello largo y suelto que cubría parte de sus desnudos hombros.
¡Perdóname por decirte estas cosas! En el fondo no tenía con quien desahogarme y tú no tienes la culpa de lo que me pasa y siento...la verdad – continuó Susana con lágrimas en los ojos – es que mis amigas no valen nada. Una se busca amigas según la etapa de la vida que está pasando. Poniéndose de pie - dio unos pasos en el estrecho dormitorio - prosiguió con su catarsis: si una está bien en el matrimonio, busca amigas que también están bien con su pareja. Sí, porque todas tenemos un mismo tema de conversación. Cada una busca "cachiporrearse"- por así decirlo - de su marido, de sus hijos, en fin. Cuando una está mal, busca amigas que también están mal, que están desorientadas, amargadas por una u otra razón, aunque no necesariamente estén mal en su matrimonio ¿me entiendes? A veces una está mal porque piensa que no se ha realizado plenamente en su trabajo, que una da para más y que la vida no le ha ofrecido las "oportunidades" para triunfar, que los hijos están grandes y una se encuentra sola en casa gran parte del día, que dejó una profesión para estar con los niños, ellos comienzan a salir y estar menos tiempo en casa.
Algunas se dan cuenta que durante años fueron mas madres que esposas y que, como sus hijos se independizan, deben enfrentar su propia realidad, el de ser esposas de un hombre que ha estado siempre a su lado, con el cual se han acostado y amanecido y que en el fondo es un desconocido. Sí, hija mía, un desconocido porque ambos han tenido cambios durante los años de matrimonio y, como han vivido en función de los hijos o del trabajo no se han dado cuenta de los cambios profundos que cada uno ha tenido.
Hizo una pausa y luego continuó con sus consejos y análisis de la tipología de la mujer que vive la soledad o una crisis grande en su vida.
Mirando a su hija y señalándose con el dedo pulgar de su mano derecha dijo: así nos encontramos y nos buscamos para consolarnos mutuamente contándonos las penas. Hay otras mujeres, que se buscan para salir y salir porque están pasando por una crisis personal y tienen que buscar a un responsable y culpable.... a veces el marido es el culpable pero, en muchos casos el "pobre" tiene muy poca culpa. ¡Es problema de nosotras! Se los "achacamos" a ellos.
¡Eso pasó conmigo hija! ¡Eso pasó! – dijo con tono arrepentido.-
Yo estaba mal. Me había puesto muy "trabajólica". Me escondía en el trabajo y no quería ver mi propia realidad. Cuando me casé con tu papá, me casé enamorada. No le encontraba ningún defecto y cuando los descubrí, comencé a taparlos con mentiras. Me mentía a mi misma. Me engañaba y decía cosas de él que no eran ciertas. Incluso cosas de ustedes que no eran ciertas o bien exageraba las cosas buenas de ustedes.
Sandra, que hasta ese momento le escuchaba con un silencio muy respetuoso, comenzó a sentir una rabia intensa en su interior. Rabia y pena se fueron confundiendo en su intimidad para dar paso a la violencia reprimida por meses y estalló. Se levantó de la silla donde estaba sentada escuchando a su mamá y comenzó a decir:
¡Claro! Ahora entiendo lo que pasó con ustedes. Siempre me hiciste creer que el papá era el culpable, que él era el celoso, el egoísta, el "trancado" , el antisocial. ¡Mamá! ¿Por qué? ¿Por qué?. Él siempre estaba cerca de nosotros, nos atendía y nos cuidaba. Déjame contarte algo que tú no sabes.
¿Qué? – preguntó la mujer sentada ahora en el banquillo de los acusados.-
¡Mamá! Varias veces vi a mi papá llorar. ¡Sí! ¡Llorar! Me acuerdo que tenía como siete años y cuando le preguntaba al papá porque lloraba me decía que le dolía mucho "la guatita". Ahora entiendo que él lloraba por ti. Nunca me dijo lo que hacías tú, en cambio tú me hiciste odiar al papá porque lo culpabas a él de tus llegadas tarde a casa, que no llegabas temprano porque él estaba en casa. Eso es lo que escuchaba cuando ustedes discutían. Me acuerdo que mi papá te dijo que él llegaría tarde a casa para que tú llegaras temprano y estuvieras con nosotros. Nunca llegaste temprano, a veces nos quedábamos solos y nos cuidaba la vecina. Ahora entiendo por qué mi papá buscó a otra mujer que le diera cariño, entiendo la razón que tuvo para dejarnos poco a poco. Dejó de jugar con nosotros y de salir como antes lo hacía y, no era porque no nos quería sino que lo hacía para que tú estuvieras con nosotros.
¿Qué hiciste por ello mamá? ¿Qué? ¡Nada! ¡Seguimos igual de botados y solos!
¿Sabes? ¡Siento pena por lo que me contaste! ¡Mucha pena!
¡Siento pena y rabia! ¿Qué quieres que te diga?
Tomándose el pelo con ambas manos para arreglárselo, se dirigió a la ventana y mirando a través del cristal preguntó:
¿Qué harás ahora, mamá? ¿Te esconderás en tu trabajo? ¿Volverás a tener tu círculo de amigas separadas?
¡No! – dijo Susana decidida - ¡Eso ya lo experimenté! ¡No quiero volver a eso!
¡Quiero estar sola! ¡Los errores se cometen una sola vez!
¡La verdad, hija! ¡No sé lo que pasará conmigo! Por ahora – continuó mientras se sacaba los zapatos de taco alto – me prepararé para ser abuela.
¡Imagínate! Tengo que aprender a contestar las preguntas que me hagan más adelante. Tendré que decir ¡Tengo dos hijos, soy separada y soy "Abuela"!
Y ¿Qué tiene de malo? ¡Serás una abuela joven! – dijo animándole Sandra.-
¡Sí! ¡Joven! ¡Con cuarenta años! ¡Joven! – dijo haciendo burla de su fatalidad.-
¡Mamá! ¿Has pensado que alguna vez se vuelvan a juntar ustedes dos? – preguntó inocente y soñadora Sandra.-
¿Juntarnos nuevamente? – dijo Susana también soñadora.-
¡Hija! ¡Creo que es tarde! – respondió más aterrizada – Eduardo tiene una pareja que es mucho más joven que yo. Es soltera aunque no ha sido ninguna santita pero tiene una mejor figura que la mía y es atractiva. Demasiado atractiva para el feo de tu papá. Eso es lo que tiene tu papá ¡suerte!. Es feito pero simpático cuando quiere serlo y conquistar. Tiene algo especial que atrae a las mujeres.
¡Mamá! ¡Lo que pasa es que mi papá es interesante! ¡Es un viejo con experiencia y maduro! ¿No es eso lo que buscamos en un hombre? ¿Estabilidad? ¿Madurez? Y, mi viejo es maduro mamá. ¡Madurito!
¡Sí! Yo lo hice madurar, así es que tengo bastante mérito en lo que es ahora tu padre.
¡Mamá! ¿Mi papá no te dejó nada bueno? ¿No te hizo crecer como mujer?
¡Mmmm! – emitió un sonido labial en tono sarcástico, acompañado de un gesto con su cara que la giró como un manto de desdén – tu padre me convirtió en mujer y en madre.
Pero ¡mamá! ¿Cómo puedes ser tan orgullosa y rencorosa?
¡Mire mijita! Yo busqué en tu padre a un hombre y no a un protector mío ni de mis hijos. Eso extrañaba de tu padre. De la noche a la mañana lo sentí ausente de mi vida porque se volcó hacia ustedes y a mí me dejó un poco en el olvido.
¡Eso se llama celos, mamá! ¡Celos!
¿Cómo que celos? Eso se llama abandono hija. ¡Abandono! – dijo ella herida y resentida de su marido.
¿Sabes que más? – dijo Sandra dándose cuenta que nuevamente estaba siendo usada afectivamente por su madre – ¡Son ustedes quienes deben solucionar ese problema histórico si quieren vivir felices aunque sea cada uno por su cuenta! ¡No me "achaques" los problemas tuyos porque yo tengo uno y bien grande! ¿No crees eso?
¡Mamá! ¿Quieres saber cuáles son las cosas que me "bajonean"?
¡Hija! ¡Perdóname! ¡Perdóname no quiero darte preocupaciones!
¡Dime y con harta sinceridad! – continuó, ahora más calmada y tierna Susana - ¡No temas y confía en mí!
¿Qué es lo que más te preocupa y te da miedo? ¡Dímelo con toda libertad y confianza!
¡Mamá! ¡No tengo miedo! – replicó Sandra.-
¡Que poco me conoces, mamá! Lo que pasa es que miro el futuro y lo veo muy complicado.
Mi padrino me dijo que me ayudará en los estudios y quiero ir a la universidad. Todos estos años he estudiado porque, ésa es mi meta. Quiero ser una profesional, valerme por mi misma y no depender de un hombre. ¡Ese es mi sueño!
Lo triste y preocupante es que en marzo nacerá mi bebé. Justo cuando comienzan todas las actividades académicas en la universidad ¡Eso es lo que me quita el sueño!
Guardó silencio por unos instantes para darse el tiempo de apreciar los efectos de las palabras en su madre que la miraba con sus ojos abiertos con cara de sorpresa por lo que su hija le estaba confidenciando.
Susana, se dio cuenta que, en realidad no conocía a fondo a su hija, no se había dando cuenta que su "sandrita" había crecido y madurado.
¡Mamá! – continuó Sandra - a ti te importa mucho el que dirán. ¡Eso! Yo estoy "ni ahí" con lo que digan tus amigas, los vecinos y las viejas copuchentas de siempre. Quiero que mi guagua sea sanita y venga "completa" y no me interesa las miradas de mis compañeras y de los profesores porque ellos nada pueden hacer en mi contra, no me pueden expulsar del Liceo, al contrario según lo que he escuchado en las noticias ellos deben ayudarme y facilitarme un poco las cosas. Total me quedan pocos meses como alumna.
Me preocupa otra cosa. El cómo se lo diré a mi papá para que no te culpe a ti, que no te preocupaste ni me controlaste. Yo "cacho" que mi viejo las va a emprender contra ti.
Susana la escuchaba en silencio y un cosquilleo recorrió su espalda.
¡No quiero que mi hija por tu culpa se enrede con cualquier tipo y pase a engrosar las estadísticas como una madre soltera más! ¡Si algo pasa, tú, tendrás que asumir toda la responsabilidad y los gastos porque la niña está bajo tu tutela! Esas fueron las palabras que escuchó de la boca de Eduardo cuando se fue definitivamente de casa.
¡La justicia! ¡Viva la justicia! Siempre favorece a la mujer. Ella es la "dueña" de los hijos y a uno lo transforma en un simple mantenedor o proveedor de ellos a la distancia.
¡Qué contradicción! ¡Maldita sea! Si la sociedad y ahora los movimientos feministas y la ministra de no se que cuestión, dicen que el hombre debe ser un padre responsable y dejar de ser un proveedor de la casa....que debe asumir un rol más protagónico en la formación y educación de los hijos, que debe compartir las responsabilidades con su pareja: mudarlos, lavar, planchar, cocinar... y, .cuando a uno le han cambiado todos los esquemas, entonces viene la "señora justicia" y nos desautoriza diciendo que la "madre" es la propietaria de los hijos, que ella es la que tiene que "quedarse" con ellos, que a ella los niños la necesitan más. ¡Mentiras! ¡Mentiras! Al final los niños quedan en mano de una "nana" que uno mismo tiene que pagar, porque "ella, la linda de la mamá" tiene que seguir con su vida, tiene que trabajar y seguir con su "vida social" y, a uno lo castigan y lo relegan a solo verlos los fines de semana ¿Para qué? ¡Para que la linda "descanse de ellos" y pueda dormir hasta más tarde o salir con su "amiguito". Convierten al papá en un niñero de fines de semana y nada más. ¡Viva la justicia! ¡Viva! ¡Tú tendrás que asumir la responsabilidad porque los niños quedan bajo tu cargo! ¡Ojalá que no me hagan abuelo o se metan en líos con la justicia! ¡Ojalá!

¡Mamá! ¿Me escuchaste, verdad? – preguntó Sandra tratando de adivinar los pensamientos de su madre.-
¡Yo hablaré con tu papá! – dijo a modo de respuesta a su hija.- ¡Yo hablaré con él! – presintiendo lo complicado que sería para ella contarle a Eduardo que su hija lo convertiría en abuelo
Carlos Alberto corría por el patio de la casa. Había cumplido los cuatro años y jugaba ante la mirada atenta de su abuelo que había demorado dos años en aceptar que su hija adorada fuese madre soltera.
Adentro, en el dormitorio estaba Susana acostada más de una semana, producto de una enfermedad que aún los médicos estaban tratando de dar un diagnóstico definitivo.
¿Por qué un hijo no esperado y una enfermedad no querida se convierten en punto de encuentro? Eso se preguntaba Sandra mientras terminaba de estudiar para un certamen que debía rendir el próximo martes en la universidad.
¿Cómo está mi futura educadora de párvulos? – preguntó su papá con las dos manos en su cintura a causa de la incómoda posición que debía adquirir para jugar con su nieto -¿Terminó de estudiar?
¿Sí, papá! ¡Ahora voy a preparar un tecito para que lo tomemos con la mamá!
A Sandra le importaba tener a su papá más seguido en casa. Ese era su consuelo porque la situación entre ellos era muy complicada. Por lo menos, ahora, con el nieto entre ellos, conversaban y se les escuchaba reír juntos. Una cosa dejó muy perpleja a Sandra. Fue cuando su papá le dijo ¡Tal vez el nieto haga posible el milagro del perdón! En el fondo él la seguía queriendo a pesar de todo lo que había pasado entre ellos.
¡Me quedaré soltera! ¡No me casaré nunca! – se decía Sandra al declararse incapaz de comprender la realidad de sus padres.- A lo más tendré una pareja que, si se quiere ir ¡que se vaya tranquilo! Pero no quiero tener esos "rollos" de mis viejos que al final de cuentas se siguen echando de menos y sufren cada uno por su lado.
¡No me casaré! ¡Solo conviviré con Carlos y punto!
¡El matrimonio! ¿Qué es? ¡Ahora entiendo a los que decían que primero tienen que vivir unos años juntos para ver si resulta su convivencia y luego casarse!
¡No! ¡Prefiero luchar solita por mi niño y no depender de ningún tipo!



Cuando el pequeño Carlos Alberto cumplió cinco años, Sandra contrajo matrimonio con Carlos que había obtenido el título de técnico mecánico y seguía trabajando en el taller con su tío.
Sandra – con la ayuda de su esposo – escribió en la pared de su dormitorio:
Prometo serte fiel en lo favorable y en lo adverso,
Con salud o enfermedad y así amarte y respetarte
Todos los días de mi vida, hasta que la muerte nos separe.

1 comentario:

CamiloContreras dijo...

Estan muy buenos sus escritos profesor es casi una experiencia perosonal suya porque abla casi de sus hermanos, siesque no me equivoco usted es el menor.
Lo felicito.